Todos queremos tener hijos “bien educados”, agradables, sociables, cariñosos, con valores… ¿Cómo conseguirlo?
Existen muchos modelos de familia:
Existen muchos modelos de familia:
- Padres que abandonan: están demasiado ocupados para atender a sus hijos, ocupados con el trabajo, con la casa, con otras responsabilidades, con otros problemas personales como una depresión o un divorcio… Los niños se las arreglan solos, acompañan a sus padres a donde sea pero no están atendidos, nadie les mira de verdad, ni se preocupa por sus necesidades y su educación. Se puede reconocer a estos niños porque generalmente están sucios y desaliñados, se quedan dormidos en cualquier parte (porque se acuestan muy tarde), comen cualquier cosa que pillan a cualquier hora, te buscan para que les des un abrazo.
- Padres que delegan: también están demasiado ocupados, pero cuentan con ayuda de abuelos, tíos, guarderías, canguros, vecinas o quien sea, de modo que son capaces de cubrir las necesidades de sus hijos pero casi no ejercen como padres y, por lo tanto, no les ofrecen un modelo claro y único. Estos niños se despiertan con unas personas, pasan casi todo el día en una guardería o colegio (generalmente sus padres buscan colegios privados o concertados que admitan a los niños desde las 7 am hasta las 6 pm), otra persona les recoge en el colegio y les cuida de tarde y se acuestan con otra distinta. También son delegados los fines de semana y en vacaciones, en un eterno ir y venir de unas personas a otras, de unas normas a otras, mareados y perdidos, nunca sabes cómo te van a responder.
- Padres incoherentes: se dedican a sus hijos, quieren hacerlo bien, pero no son capaces. Quizá por un carácter débil, quizá por un cariño mal entendido, o quién sabe por qué, dicen una cosa y hacen otra, piden o ruegan, se muestran incoherentes e inseguros. Estos padres saben cuál es el comportamiento que desean enseñar, pero no logran transmitírselo al niño/a. Los niños así educados se muestran caprichosos, exigentes, sin normas y con baja tolerancia a la frustración. Se les pide una cosa pero no se les muestra con consistencia la importancia de tal cosa ni tampoco un desacuerdo claro con el mal comportamiento. Estos padres prefieren mirar a otro lado cuando su hijo/a hace algo indebido, no tienen valor o ganas de enfrentar la situación o no saben cómo.
- Padres que disciplinan: tienen muy claro su objetivo educativo y abogan por la autoridad, la imposición y la rigidez. Estos niños sí se muestran obedientes y “educados”, comen bien, duermen bien, cumplen las normas, nunca molestan. Les han obligado a comer bien, a base de episodios desagradables en las comidas; les han obligado a dormir bien (con el método Estivill o alguno parecido); les han obligado a obedecer, a base de castigos, gritos o amenazas, incluso de algún golpe que otro. Estos niños, después de llorar interminablemente su soledad, han decidido doblegarse aunque sea perdiendo parte de su identidad y se han vuelto niños extremadamente fáciles de llevar. Quizá toda la rabia contenida salga en la adolescencia, quizá hayan quedado aplastados para siempre y ya nunca sepamos su opinión. Quizá muchos de los padres que ahora abandonan, delegan o se muestran incoherentes fueron niños sufridores de una disciplina rígida y quedaron incapaces de conectar emocionalmente con sus hijos, incapaces de transmitirles una opinión y unos valores consistentes.
- Padres que dialogan: toman la educación de sus hijos como una verdadera responsabilidad ineludible. Cada paso diario está cubierto de escucha activa, paciencia, negociaciones, diálogo, razonamientos, contacto físico y empatía (ponerse en el lugar del niño y tratar así de comprender su postura). Los padres que dialogan dejan claro al niño qué es lo que está bien y lo que está mal, lo que debe hacer y lo que no, le guían y le explican el por qué de cada cosa, pero aceptan que el niño lo cuestione, que negocie y que exprese su personalidad. Estos niños no son tan “fáciles” como los niños educados con disciplina autoritaria, a veces se muestran rebeldes, a menudo dan su opinión, casi siempre piden lo que necesitan de forma asertiva; pero también son flexibles y suelen comportarse bien porque tienen interiorizados los valores y la razón para actuar bien. Sin duda esta forma de educar es la más difícil, la que exige más trabajo continuo, más tiempo, más fuerzas, más paciencia, más autocontrol… La recompensa no aparece de forma inmediata sino a la larga y es necesario tenerlo presente para no abandonar, para no delegar, para no imponer. La recompensa será una persona adulta equilibrada, asertiva, con valores y verdaderas convicciones, capaz de pensar por sí misma y de ser fiel a sus deseos y preferencias. Será una persona adulta capaz de conectar emocionalmente con los demás, de ser empática, de ser afectuosa, será una persona que mejorará la sociedad en la que vivimos. Yo creo que merece la pena el esfuerzo.
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